viernes, 17 de febrero de 2012

¿El Norte? Bien, gracias...

Un terapeuta que pregunta todo a toda hora no sé si sea en definitiva un buen profesional. Tienta mentirle. Un mensajito de texto puede ser alentador, sobre todo cuando va encaminado hacia algo específico, algo que se llevaría a cabo ese día, algo determinante para la vida del paciente; es un gesto que se traduce en estoy ahí,  un gesto acogedor que, sin embargo y a la postre, puede ser nocivo si se lo descubre en ejecución mecánica, profesional. ¿Profesional? Diez mensajes en menos de dos horas es, cuanto menos, sorprendente. Cabe preguntarle: ¿es usted así con todos los pacientes o me ha agarrado de pollo?

O quizás, idéntica pregunta con matiz diferente: ¿es usted así con todas las pacientes o me ha agarrado de bataraza? 

No es suspicacia sino precaución.

Bataraza o no, me hallo contestándole: no, no encontré los cupones que esperaba... estuve con ella, sí, y comimos unas empanadas... sí, pero le dije que no viniera...  M. ha insistido y lo he evitado como sugeriste...  no he hablado con X., tranquilo... a las dos y cuarto... en el centro, plena General Paz...
Lo peor del caso, lo más preocupante, es que me guste la estrategia. ¿Es la terapia de la sobreprotección? Quién sabe, pero qué bueno, por cualquier cosa, hable con mi psicólogo, él me dijo que lo llamara, tome, acá tiene la tarjeta, no se preocupe, me dio muchas para que pudiera mandarlos a todos a hablar con él.Y por suerte (o por desgracia) es muy persuasivo.

Antes de ayer soñé que él oficiaba de guardaespaldas, en una curva que yo tomaba a paso muy ligero se interponía ante un montón de caranchos sorpresivos. Eso era algo así como poner el pecho a las balas, pero a las que no le iban dirigidas. En el sueño, luego de lo contado, yo lo aplaudía y él sonreía esperando aprobación.

Patético, y qué se le va a hacer, los sueños son manifestaciones del incosciente, no se pueden esperar siempre metáforas exquisitas, representaciones excelsas o arte en estado puro, aunque muchas veces esas cosas surjan con obstinación. Algunos sueños son como un cuadro de Dalí, bonitos y aterradores.

Otro episodio onírico lo involucra sosteniendo una espada, y en otro está conmigo arrinconado en el consultorio, yo me concentro en algo que le escribo sobre la palma de la mano con una pluma azul. En uno más reciente, le saco el anillo con desesperación...

Caray, caigo y ya no podré mirarlo sin verlo, he puesto todo en palabras. He perdido el Norte. 

4 comentarios:

  1. Lo importante es no perder el horizonte

    Por cosas como estas es que me niego a comprar un terapeuta, me parece que un siamés sería más económico y menos molesto. Pero todavía no me decido.

    Saludos

    J.

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    1. José, quizás... Aunque tampoco tiene que ser siamés, los mininos comunes son muy cariñosos. Y el horizonte, pa dónde está?

      Saludo

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